San Rafael Arnáiz Barón. Burgalés de nacimiento y ovetense de adopción.

Rafael Arnaiz Barón nació en Burgos el 9 de abril de 1911, pero el traslado laboral de su padre, ingeniero de montes, llevó a su familia a establecerse en Oviedo a partir de 1922. En la capital del Principado pasó el final de su infancia, la adolescencia y su primera juventud, cursó estudios en el Colegio San Ignacio, de la Compañía de Jesús, y en 1933 se estableció en Madrid para estudiar Arquitectura. Socio activo de la Adoración Nocturna de Oviedo desde los diecinueve años, sintió muy pronto la llamada de la vida monástica, y a ella se consagró desde 1934, fecha de su ingreso en el monasterio de San Isidro de Dueñas, en Palencia, perteneciente a la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, los Trapenses, abandonando la expectativa de una vida acomodada. Allí construyó su legado con escritos espirituales y diarios que tendrían gran difusión después de su muerte, sobre todo en los cuarenta, y en buena medida gracias a las labores de edición que asumió su madre, Mercedes Barón. Esas reflexiones lo han llevado a tener un lugar entre los místicos más destacados del siglo XX. Su precaria salud interrumpió esa actividad en varias ocasiones, en las que regresó a Asturias para ser atendido por su familia, hasta su muerte prematura a los 27 años -el 26 de abril de 1938- a causa de un coma diabético. (Fuente: La Nueva España de Asturias)

BIOGRAFÍA


La exuberante energía de Dios. Artículo.

Visto todo, creo que crecí con un concepto de Dios relativamente sano. El Dios de mi juventud, el Dios en que fui catequizado, no era indebidamente castigador, arbitrario ni justiciero. Por supuesto, era omnipresente, a fin de que todos nuestros pecados fueran constatados y anotados; pero, en definitiva, era justo, cariñoso, personalmente interesado por cada uno de nosotros y maravillosamente protector, hasta el extremo de procurarnos un ángel de la guarda personal. Ese Dios me permitió vivir sin demasiado temor ni neurosis religiosa particularmente mutiladora.

Pero eso sólo te guía hasta cierto momento de la vida. No tener una malsana noción de Dios no quiere decir necesariamente que tengas una noción particularmente sana. El Dios en el que fui educado no era especialmente severo ni justiciero, pero tampoco era muy alegre, divertido, ingenioso ni humorista. De modo especial, no era sexual, y mantenía un ojo particularmente vigilante e intransigente en esa área. Esencialmente, era sombrío, pesado y no muy cercano. A su alrededor, tenías que estar solemne y reverente. Recuerdo que el Director Asistente de nuestro noviciado oblato nos decía que nunca se había registrado un solo caso en que Jesús hubiera reído.

Con tal Dios, tenías permiso para estar esencialmente sano. Con todo, en el grado en que lo tomaras en serio, caminabas por la vida no del todo fuerte, y tu relación con él sólo podía ser solemne y reverente.

Después, a partir de hace más de una generación, se dio una fuerte reacción en muchas iglesias y en la cultura a este concepto de Dios. La teología y la espiritualidad del pueblo iniciaron la corrección de esto, a veces con un indebido vigor. Lo que presentaron en su lugar  fue un Jesús sonriente y un Dios danzante, y aun cuando esto no estaba exento de valor, incluso nos dejó pidiendo una literatura más profunda sobre la naturaleza de Dios y lo que eso  podría significar para nosotros en cuanto a salud y relaciones.

Esa literatura no será fácil de escribir, porque Dios es inefable y también porque la energía de Dios es igualmente inefable. ¿Qué es, en verdad, la energía? Raramente hacemos esta pregunta, porque tomamos la energía como algo tan primario que no se puede definir, sino sólo tomado como algo dado, como evidente por sí mismo. Vemos la energía como la fuerza básica que se halla en el corazón de cada cosa que existe, animada e inanimada. Además, sentimos la energía, poderosamente, en nosotros mismos. Conocemos la energía, sentimos la energía, pero raramente reconocemos sus orígenes, su prodigalidad, su alegría, su bondad, su efervescencia y su exuberancia. A la vez, raramente reconocemos lo que nos dice acerca de Dios. ¿Qué nos dice?

La primera cualidad de la energía es su prodigalidad. Es pródiga más allá de nuestra imaginación, y esto habla algo sobre Dios. ¿Qué clase de creador hace miles de millones de universos desechables después de su uso? ¿Qué clase de creador hace trillones y trillones de especies de vida, millones de las cuales nunca serán vistas por el ojo humano? ¿Qué clase de padre o madre tiene miles de millones de hijos?

Y ¿qué dice sobre nuestro creador la exuberancia en la energía de los jóvenes? ¿Qué sugiere su jovialidad sobre lo que debemos hallar también dentro de la energía sagrada? ¿Qué nos dice   la energía de un cachorrito sobre lo que es sagrado? ¿Qué nos dicen acerca de Dios la risa, el ingenio y la ironía?

No hay duda, la energía que vemos en torno a nosotros y sentimos indudablemente en nuestro interior nos dice que en el fondo, previo y debajo de todo lo demás, circula una fuerza sagrada, física y espiritual, que está en su raíz, gozosa, feliz, bulliciosa, exuberante, efervescente y profundamente personal y amorosa. Dios es el fundamento de esa energía. Tal energía habla de él y nos dice por qué nos hizo y qué clase de permisos nos está dando para mantener nuestras vidas.

Dios es inefable; esa es la primera verdad que mantenemos acerca de él. Eso significa que no podemos imaginar ni circunscribir a Dios en un concepto. Todas imágenes sobre él son inadecuadas; pero, admitiendo eso, podríamos intentar imaginar las cosas de esta manera. En  el verdadero núcleo de cada cosa se halla una inimaginable energía que no es una fuerza impersonal, sino una persona, una mente y corazón amorosos y autoconscientes. De este fundamento -esta persona- brota toda energía, toda creatividad, todo poder, todo amor, todo sustento y toda belleza. Además, esa energía, en su sagrada raíz, no sólo es creativa,  inteligente, personal y amorosa; es también alegre, brillante, ingeniosa, bulliciosa, humorística, erótica y exuberante en su misma esencia. Vivir en ella es sentir una constante invitación a la gratitud.

El desafío de nuestras vidas es vivir en el interior de esa energía de un modo que honre a ambos: a ella y sus orígenes. Eso significa descalzarnos ante la zarza ardiendo mientras respetamos su sacralidad, así como ella nos permite constantemente ser fuertes, libres, alegres, humorísticos y bulliciosos, sin tener la sensación de que estamos robando el fuego de los dioses.  Ron Rolheiser OMI (Trad. Benjamín Elcano, cmf). Fuente: Ciudad Redonda.org  Artículo en Inglés

Escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.






Domingo  4º de Pascua



El Seńor se presenta a nosotros como el buen pastor, como aquel que defiende del peligro a sus ovejas y las lleva a los pastos de la vida, invitándolas a seguirle con confiada seguridad por el camino sobre el que las precede y las acompańa. Es ésta una imagen demasiado obsoleta para hablar a los hombres de nuestro tiempo?

En realidad, las dos características que connotan a Jesús como el verdadero, como el buen pastor, nos ayudan a practicar un discernimiento entre las múltiples propuestas que la sociedad de hoy nos avanza, encontrándonos desprevenidos con frecuencia.

Jesús afirma, en primer lugar, que el buen pastor "da la vida por las ovejas" no sólo de palabra, sino con los hechos. Cuántas doctrinas, cuántos maestros de sabiduría o de ciencia se asoman al escenario y prometen llevarnos lejos, hacia una realización plena... Ahora bien, quién puede liberar al hombre de la más pesada y desconocida esclavitud, de la que derivan todas las demás, y que es la esclavitud del pecado? Jesús ofrece su vida para despertarnos a una vida de horizontes infinitos, llena de esperanza y de belleza. Más aún, "conoce a sus ovejas", establece con ellas una relación que es como la que le une a él con el Padre, una relación de amor tan oblativo y total que personaliza al otro, que lo hace existir en su verdad y en su alteridad, que lo hace capaz de expresarse en plenitud a través de la entrega de sí mismo. Si recibimos la vida que el buen pastor ofrece por nosotros, si queremos dejarnos conducir por él a una relación de conocimiento-comunión de amor, podremos descubrir, ya desde ahora, la maravilla de ser realmente hijos del Padre, y nos encontraremos semejantes a él en la eternidad. No endurezcamos nuestro corazón, descartando la piedra angular que ha puesto Dios como fundamento de la nueva humanidad: Cristo es la única salvación verdadera del hombre; pongamos nuestros pasos en sus huellas seguras.



Volvernos locos o volvernos santos. Artículo.

En un poema titulado Serenata, la poetisa brasileña Adélia Prado habla de un atormentado dolor que sentimos en nuestro interior mientras esperamos siempre que algo o alguien venga y nos complete. ¿Qué estamos esperando? ¿El amor? ¿A un alma gemela? ¿A Dios? No importa, la frustración nos apremia por fin hacia una opción: volvernos locos o volvernos santos.

Estoy empezando a desesperarme
y veo sólo dos opciones:
o volverme loco o volverme santo.
Y cuando ese alguien o algo llega por fin:
¿Cómo abriré la ventana, a no ser que esté loco?
¿Cómo la cerraré, a no ser que sea santo?

O volverme loco o volverme santo. Cuanto más viejos nos hacemos, tanto más nos damos cuenta de qué verdad es eso, cómo finalmente esa es la opción impuesta a todos nosotros, tanto por la manera de que estamos hechos como por las limitaciones inherentes a la vida misma. ¿Por qué? ¿Hay algo equivocado en la vida y en nosotros? ¿Por qué no podemos encontrar en alguna parte un espacio tranquilo, entre lo loco y lo santo?

Bueno, el predicador bíblico del Libro del Eclesiastés ofrece una razón. Después de redactar ese bello texto, frecuentemente citado, sobre cómo hay un tiempo para cada cosa –tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de cosechar; tiempo de enfermar y tiempo de sanar; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de hacer duelo y tiempo de danzar; tiempo de abrazar y tiempo de soltarse; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de odiar; tiempo de guerra y tiempo de paz- nos ofrece esto. Dios ha proyectado un hermoso ritmo para la vida y ha hecho todo hermoso a su debido tiempo, pero Dios ha puesto la infinitud en el corazón humano, de modo que estemos fuera de sincronía con las estaciones de principio a fin. Dios ha marcado a la naturaleza un hermoso ritmo; pero nosotros, a diferencia de los elementos físicos y las plantas y los animales, que no tienen infinitud en sus almas, nunca nos ajustamos a ese ritmo. Estamos sobrecargados en favor de la vida en este planeta. (Eclesiastés 3, 1-11)

Encontráis expresiones de esto en la literatura universal, tanto en círculos religiosos como seculares. Por ejemplo, el renombrado teólogo alemán Karl Rahner solía afirmar que en el tormento de la insuficiencia de todo lo accesible, aprendemos que aquí en esta vida no hay ninguna sinfonía acabada. En eso, se hace eco de la famosa frase de san Agustín que es tan verdadera y actual hoy como fue hace mil setecientos años, cuando la escribió: Nos has hecho para ti, Señor, y nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en ti. Esta sola frase expresa una innegociable comprensión de la persona humana y un innegociable camino que esta debe recorrer. No tenemos un definitivo hogar aquí y, por eso, al fin y al cabo no hay más opción que volvernos locos o volvernos santos. No es sorprendente que Ruth Burrows, la renombrada escritora de espiritualidad, empiece su autobiografía con estas palabras: Nací a este mundo con una sensibilidad atormentada, y mi camino no ha sido nada fácil.

Aun cuando este motivo está por dondequiera presente en la literatura religiosa, está también presente en el pensamiento de muchos poetas, novelistas y filósofos seculares. Por ejemplo, después de que Albert Camus, ateo manifiesto, ganara el premio Nobel de Literatura, fue interrogado por un periodista sobre si creía en Dios. Respondió: No, no creo en Dios, pero eso no significa que yo no esté obsesionado con la cuestión de Dios. ¿Por qué esa obsesión? Porque, en su pensamiento, no podía dar explicación del mundo ni encontrar en él un lugar plenamente razonable para los humanos, a no ser que hubiera un Dios.

Sin un Dios, la existencia humana no puede hacer la paz consigo misma. Comparó la condición del que está en este mundo con la de un prisionero en ciertas prisiones medievales, donde situaban al recluso en una celda tan pequeña que nunca podía colocarse totalmente de pie ni estirarse del todo. La constante sensación de estar encajonado -según se creía- quebraría el espíritu del prisionero. Para Camus, esta es la situación que sufrimos en la vida. De hecho, nunca podemos colocarnos de pie totalmente ni estirarnos del todo. Al fin, esto quiebra nuestro espíritu y, consecuentemente, o nos volvemos locos o nos volvemos santos. Esa es también la visión fundamental de otros existencialistas ateos como Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre.

¡Volvernos locos o volvernos santos! Richard Rohr nos ofrece una tercera opción: volvernos amargados. Señala que, una vez que accedemos a cierta edad, sólo nos dejan abiertas tres opciones: cualquiera de nosotros puede volverse un patético viejo tonto; o puede volverse un amargado viejo tonto; o puede volverse un santo viejo tonto. Notad bien lo que no es negociable. Al final, todos nos volveremos viejos tontos. La única opción que nos queda es qué clase de viejos tontos seremos: patéticos, amargados o santos. Ron Rolheiser OMI (Trad. Benjamín Elcano, cmf). Fuente: Ciudad Redonda.org  Artículo original en Inglés

Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.

 





Domingo  3º de Pascua



Por este camino por el que andamos siempre peregrinos -con el peso de la soledad en el corazón- vienes tú, el Viviente entre los muertos, a nuestro encuentro y partes el pan del amor. En este largo camino, donde, a la puesta del sol, se extienden nuestras sombras, enciende, oh Viajero envuelto de misterio, el vivido vivaque de tu Palabra y sabremos, por su fuego ardiente, que nuestra esperanza ha resucitado más viva, más fuerte.

Sí, abre nuestra mente para comprender la Palabra, porque sólo ella puede disipar las dudas que aún surgen en nuestro corazón. !Cuántas veces, incapaces de reconocerte, hemos renegado de ti también nosotros! Pero tú, el Justo, con manso padecer te has hecho víctima de expiación por nuestros pecados. No nos dejes ahora vacilantes y turbados: que tu presencia infunda en nosotros la paz, que tu espíritu despeje nuestra mirada y nos haga alegres testigos de tu amor.



El silencio de Dios ante el mal. Artículo.

En ocasiones, los teólogos tratan de expresar el significado de la resurrección de Jesús en una sola frase: En la resurrección de Jesús, Dios vindicó a Jesús: su vida, su mensaje y su fidelidad.

¿Qué significa eso?

Jesús entró en nuestro mundo predicando la fe, el amor y el perdón, pero el mundo no aceptó eso. Al contrario, lo crucificó y, por eso,  deshonró aparentemente su mensaje. Vemos esto de la manera más clara en la cruz cuando Jesús es vilipendiado, despreciado y desafiado: ¡Si tú eres el hijo de Dios, baja de ahí! ¡Si tu mensaje es verdadero, deja que Dios confirme eso ahora mismo! Si tu fidelidad es algo más que simple obstinación e ignorancia humana, entonces ¿por qué estás muriendo vergonzosamente?

¿Cuál fue la respuesta de Dios a esos vilipendios? Aparentemente nada, ningún  comentario,  ninguna defensa, ninguna alegación, ningún contradesafío; tan sólo silencio. Jesús muere en silencio. Ni él, ni el Dios en quien él creía trataron de llenar ese dolorosísimo vacío por medio de consoladoras palabras ni aclaraciones que desafiaran a la gente a tener una visión de conjunto más amplia o a mirar un lado más claro de las cosas. Nada de eso. Únicamente silencio.

Jesús murió en silencio, en el silencio de Dios y en la incomprensión del mundo. Y podemos permitirnos ser escandalizados por ese silencio, justo como podemos permitirnos ser escandalizados por el aparente triunfo del mal, del dolor y del sufrimiento que hay en nuestro mundo. El aparente silencio de Dios ante el mal y la muerte puede escandalizarnos para siempre: en el holocausto judío, en los genocidios étnicos, en las brutales e insensatas guerras, en los terremotos y tsunamis que matan a miles de personas y devastan países enteros, en las muertes de incontables personas arrancadas de esta vida por el cáncer y la violencia, en qué injusta puede ser en ocasiones la vida, y en el casual modo en que esos que no tienen  conciencia pueden violar áreas completas de vida sin consecuencias aparentes. ¿Dónde está Dios en todo esto? ¿Cuál es la respuesta de Dios?

La respuesta de Dios es la resurrección, la resurrección de Jesús y la perenne resurrección de la bondad en la vida misma. Pero la resurrección no es necesariamente liberación. Dios no nos libera necesariamente de los efectos del mal, ni siquiera de la muerte. El mal hace lo que hace, los desastres naturales son lo que son, y esos que no tienen conciencia pueden violar aun cuando estén alimentándose del sagrado fuego de la vida. Por lo general, Dios no interviene. La división del Mar Rojo no es un suceso semanal. Dios permite que sus seres queridos sufran y mueran, exactamente como Jesús permitió que muriera su querido amigo Lázaro, y Dios dejó morir a Jesús. Dios redime, nos levanta después, en una vindicación más profunda, más duradera. Además, la verdad de esa declaración puede ser comprobada incluso empíricamente.

A veces, a pesar de toda apariencia de lo contrario, finalmente, el amor triunfa sobre el odio. La paz triunfa sobre el caos. El perdón triunfa sobre la amargura. La esperanza triunfa sobre el cinismo. La fidelidad triunfa sobre la desesperación. La virtud triunfa sobre el pecado. La conciencia triunfa sobre la dureza de corazón. La vida triunfa sobre la muerte, y el bien triunfa sobre el mal siempre. Mohandas K. Gandhi escribió una vez: “Cuando me desespero, recuerdo que, a través de la historia, el camino de la verdad y el amor siempre ha ganado. Ha habido asesinos y tiranos; y, durante cierto tiempo, parecen invencibles. Pero, al fin, desfallecen. Pensadlo bien, siempre”.

La resurrección, de la manera más poderosa, insiste en este punto. Al fin, Dios tiene la última palabra. La resurrección de Jesús es la última palabra. Desde las cenizas de la vergüenza, de la aparente derrota, fracaso y muerte, irrumpe perennemente una vida nueva, más profunda y eterna. Nuestra fe empieza en el punto mismo donde parece que debería acabar, en el aparente silencio de Dios ante el mal.

¿Y qué nos pide esto?

Primero, simplemente, que pongamos nuestra confianza en la verdad de la resurrección. La resurrección nos pide que creamos lo que Gandhi afirmó, a saber, que al fin el mal no tendrá la última palabra, sino caerá estrepitosamente. El bien, en definitiva, triunfará.

Más en concreto, nos pide que hagamos rodar los dados sobre la confianza y la verdad, esto es, confiando en que lo enseñado por Jesús es verdad. La virtud no es ingenua, aun cuando sea avergonzada. El pecado y el cinismo son ingenuos, aun cuando parezca que triunfan. Los que se arrodillan ante Dios y los demás encontrarán sentido y gozo en conciencia, aun cuando sean privados de algunos de los placeres del mundo. Los que beben y manipulan la sagrada energía sin conciencia no encontrarán sentido en la vida, aun cuando gusten el placer. Los que viven honradamente, sin importar el coste, encontrarán la libertad. Los que mienten y racionalizan se encontrarán prisioneros de su propio odio. Los que viven en confianza hallarán el amor. El silencio de Dios puede ser confiado, aun cuando muramos en él. Necesitamos permanecer fieles en el amor, el perdón y la conciencia, a pesar de que todo lo que sugiere sea ingenuo. Nos llevarán a lo más profundo de la vida. En definitiva, Dios vindica la virtud. Dios vindica el amor. Dios vindica la conciencia. Dios vindica el perdón. Dios vindica la fidelidad. Por fin, Dios vindicó a Jesús y nos vindicará a nosotros también si permanecemos fieles.  Ron Rolheiser OMI (Trad. Benjamín Elcano, cmf). Fuente: Ciudad Redonda.org

Solemnidad de la Anunciación: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Normalmente se celebra el 25 de marzo, pero en 2024 ha coincidido con el lunes santo...
Lo esencial no se enseña.
Se revela a cada uno en lo íntimo,
como una anunciación que la esperanza murmura.
Sólo lo descubre aquél que secretamente tiene una gran intuición,
y a menudo desde que se es joven.

Lecturas y comentario del día
Gracias a: Dominicos.org

Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
De la antífona mariana "Alma Redemptoris Mater"

Gracias a: Rezando Voy

¿Porque me has visto has creído?

 




Domingo  2º de Pascua



El Seńor considera por encima de los que ven y creen a los que creen sin ver. En efecto, en aquel tiempo la fe. de los discípulos de Cristo era tan vacilante que, aun viéndolo ya resucitado, tuvieron que tocarlo también para creer en su resurrección. No les bastaba verlo con los ojos: tenían que acercar también las manos a sus miembros, tenían que tocar también las cicatrices de las heridas recientes; de este modo, el discípulo que dudaba, después de haber tocado y reconocido las cicatrices, exclamó de inmediato: "!Seńor mío y Dios mío!". Las cicatrices hacían manifiesto al que había curado las heridas de todos los otros.

Es posible que el Seńor no pudiera resucitar sin cicatrices? Sí, pero conocía las heridas del corazón de los discípulos y, a fin de curarlas, conservo las cicatrices en su cuerpo.

Y qué le responde el Seńor al discípulo que ahora declaraba y decía: "!Seńor mío y Dios mío!"? "Has creído - le dijo- porque has visto; bienaventurados aquellos que crean sin ver". De quién hablaba, hermanos, sino de nosotros? Y no sólo de nosotros, sino también do los que vengan detrás de nosotros. En efecto, poco tiempo después de haberse alejado de los ojos mortales, para que se reforzara la fe en los corazones, todos los que han creído lo han hecho sin ver, y su fe ha tenido un gran mérito. Para tener esta fe se limitaron a acercar un corazón lleno de piedad a Dios, pero no la mano para tocar (Agustín, Sermón 88, 2).




Fiesta de la Divina Misericordia. Segundo Domingo de Pascua. Indulgencia plenaria.

La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia."

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos ... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil" (Diario, 742).
Con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia; confesarse -para la cual es indispensable realizar primero un buen examen de conciencia-, y recibir la Santa Comunión el día de la Fiesta de la Divina Misericordia.
En el domingo de la Divina Misericordia pueden obtener la indulgencia plenaria de la siguiente forma: confesando, comulgando, rezando una oración por el Papa (padrenuestro, credo o avemaría) y asistiendo a la Misa de celebración de la Divina Misericordia. Detalles
¿En qué consiste esta devoción? ¿Cuál es su origen? ¿Cómo se reza la Coronilla de la Divina Misericordia? Detalles / Infografía: PíldorasdeFe

La esencia de la devoción
1. Debemos confiar en la Misericordia del Señor.
Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: "Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia. Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina".
2. La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias.
"Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad".
3. La misericordia define nuestra actitud ante cada persona.
"Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formar de ejercer misericordia: la primera es la acción; la segunda, la palabra; y la tercera, la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia".
4. La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias.
"Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio".
5. El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día.
"Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas".
La Santa Sede decreta día de la Divina Misericordia
Una propuesta de Santa Faustina Kowalska
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 23 de mayo del 2000 un decreto en el que se establece, por indicación de Juan Pablo II, la fiesta de la Divina Misericordia, que tendrá lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación oficial de este día litúrgico será «segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia».
Ya el Papa lo había anunciado durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros».
Sin embargo, el Papa no había escrito estas palabras, de modo que no aparecieron en la transcripción oficial de sus discursos de esa canonización.
Santa Faustina, que es conocida como la mensajera de la Divina Misericordia, recibió revelaciones místicas en las que Jesús le mostró su corazón, fuente de misericordia y le expresó su deseo de que se estableciera esta fiesta. El Papa le dedicó una de sus encíclicas a la Divina Misericordia («Dives in misericordia»).
Los apóstoles de la Divina Misericordia están integrados por sacerdotes, religiosos y laicos, unidos por el compromiso de vivir la misericordia en la relación con los hermanos, hacer conocer el misterio de la divina misericordia, e invocar la misericordia de Dios hacia los pecadores. Esta familia espiritual, aprobada en 1996, por la archidiócesis de Cracovia, está presente hoy en 29 países del mundo.
El decreto vaticano aclara que la liturgia del segundo domingo de Pascua y las lecturas del breviario seguirán siendo las que ya contemplaba el misal y el rito romano. Fuente Otras publicaciones relacionadas


¿Sabías que...? La única fiesta nueva instituida por la Iglesia Católica durante el siglo XX fue la de la Divina Misericordia

La única fiesta nueva instituida por la Iglesia Católica durante el siglo XX fue la de la Divina Misericordia, que se celebra el domingo siguiente al Domingo de Resurrección.

¿Sabías, además... que la imagen que todo el mundo conoce no es la original (ver imagen de la izquierda) sino se trata de un retrato encargado por la familia de Adolfo Hyla agradecida a la Divina Misericordia por haberles librado de los horrores de la II guerra mundial en 1944?
Más detalles / Gracias a webcatolicodejavier.org
Frases y curiosidades de Santos y de la Iglesia #31
Recopilación de frases, curiosidades, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales.
Parroquia del Corazón de María de Oviedo.
Infografía: PíldorasdeFe

10 aspectos que debes conocer sobre el Domingo de la Divina Misericordia. Domingo 2º de Pascua (7 abril 2024)


1. El Domingo de la Misericordia se basa en revelaciones privadas
Esta celebración se lleva a cabo en el segundo Domingo de Pascua. Se basa en las revelaciones privadas de Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca que recibió mensajes de Jesús sobre su Divina Misericordia en el pueblo de Plock, Polonia.
2. Forma parte del calendario de la Iglesia por acción de San Juan Pablo II
En el año 2000 el Papa Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina y durante la ceremonia declaró: “así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de ‘Domingo de la Divina Misericordia’”. (Homilía, 30 de Abril, 2000)
3. Esta revelación privada tiene efectos válidos en la liturgia
En su comentario teológico sobre el mensaje de Fátima, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, ahora Papa Emérito Benedicto XVI, escribió: “podemos añadir que a menudo las revelaciones privadas provienen sobre todo de la piedad popular y se apoyan en ella, le dan nuevos impulsos y abren para ella nuevas formas. Eso no excluye que tengan efectos incluso sobre la liturgia, como por ejemplo muestran las fiestas del Corpus Domini y del Sagrado Corazón de Jesús”.
4. La Iglesia invita a celebrar la Divina Misericordia de varias formas
Entre otras cosas, ofrece una indulgencia plenaria: “para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice (Juan Pablo II) ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos”. [Decreto de la Penitenciaría Apostólica del 2002]
5. La imagen de la Divina Misericordia fue revelada por Jesús mismo
Esta imagen le fue revelada a Santa Faustina en 1931 y Jesús mismo le pidió que se pintara. Luego el Señor le explicaría su significado y lo que los fieles alcanzarán con ella.
En la mayoría de versiones Jesús se muestra levantando su mano derecha en señal de bendición, y apuntando con su mano izquierda sobre su pecho fluyen dos rayos: uno rojo y otro blanco.
“El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas (…). Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos” (Diario, 299). Toda la imagen es un símbolo de la caridad, el perdón y el amor de Dios, conocida como la "Fuente de la Misericordia".
6. Esta devoción cuenta con oraciones particulares
La Coronilla es un conjunto de oraciones utilizadas como parte de la devoción a la Divina Misericordia.
Se suele rezar a las 3:00 pm (el momento de la muerte de Jesús) utilizando las cuentas del Santo Rosario, pero con un conjunto diferente de oraciones. Puede acceder a la Coronilla en el siguiente enlace.
7. La Divina Misericordia está vinculada al Evangelio del segundo Domingo de Pascua
La imagen de la Divina Misericordia representa a Jesús en el momento en que se aparece a los discípulos en el Cenáculo –tras la resurrección–, cuando se les da el poder de perdonar o retener los pecados.
Este momento está registrado en Juan 20: 19-31, que es la lectura del Evangelio de este domingo.
La lectura se coloca en ese día porque incluye la aparición de Jesús al apóstol Tomás (en la que Jesús lo invita a tocar sus llagas). Este evento ocurrió en el octavo día después de la Resurrección (Juan 20:26) y por ello se utiliza en la liturgia ocho días después de la Pascua.
8. Los sacerdotes tienen un empoderamiento especial para administrar la Divina Misericordia
En Juan 20, 21-23 dice: “Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío’. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos’”.
9. La confesión es la acción de la Divina Misericordia hasta el fin de los tiempos
Jesús capacitó a los apóstoles (y sus sucesores en el ministerio) con el Espíritu Santo para perdonar o retener (no perdonar) los pecados.
Debido a que están facultados con el Espíritu de Dios para hacer esto, su administración del perdón es eficaz: realmente elimina el pecado en lugar de ser solo un símbolo de perdón.
10. En las revelaciones privadas Jesús le da suma importancia a su Segunda Venida
Jesús promete regresar en gloria a juzgar al mundo en el amor, como claramente lo dice en su discurso del Reino en los capítulos 13 y 25 de San Mateo.
Solo en el contexto de una revelación pública como es enseñado por el Magisterio de la Iglesia se puede situar las palabras de la revelación privada dada a Sor Faustina:
“Prepararás al mundo para Mí última venida”. (Diario 429)
“Habla al mundo de mi Misericordia….Es señal de los últimos tiempos después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia”. (Diario 848)
“Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia”. (Diario 965)
“Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita”. (Diario 1160)
“Antes del Día de la justicia envío el día de la misericordia”. (Diario 1588)
“Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia”. (Diario 1146) Fuente
Frases y curiosidades de Santos y de la Iglesia #33
Recopilación de frases, curiosidades, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales.
Parroquia del Corazón de María de Oviedo.

Infografía: PíldorasdeFe

El Regina Coeli es el ángelus del tiempo pascual

El Regina Coeli se reza durante los 50 días siguientes al Domingo de Resurrección hasta el día de la Ascensión del Señor. (Pascua de Resurrección)

Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque el Señor, a quien mereciste llevar, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega a Dios por nosotros, aleluya.
Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.
Porque resucitó verdaderamente el Señor, aleluya.

Video del Papa Benedicto XVI cantando "Regina Coeli"

V. Regina coeli, laetare, alleluia.
R. Quia quem meruisti portare, alleluia.
V. Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
R. Ora pro nobis Deum, alleluia.
V. Gaude et laetare, Virgo Maria, alleluia.
R. Quia surrexit Dominus vere, alleluia.
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No debe confundirse con la Salve en latín
El Papa Juan Pablo II canta Salve Regina 
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Salve Regina (tono simple) 450 voces – coro virtual

La Pasión de Cristo como pasividad. Artículo.

Hablamos de ese pasaje de los Evangelios que narra la vida de Jesús desde la Última Cena hasta la muerte y sepultura como una crónica de su “Pasión”. En la celebración del Viernes Santo, el lector comienza el Evangelio con las palabras “Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan”.
¿Por qué denominamos pasión al sufrimiento que padece Jesús justamente antes de su muerte?
Por lo general, no entendemos esto correctamente. Tendemos a pensar que “pasión” se refiere aquí a sufrimientos intensos, como en el “sufrimiento apasionado”. Esto no está mal pero olvida un punto clave. Pasión viene del latín PASSIO, que significa pasividad, inactividad, absorber algo más bien que hacer algo. De aquí que la “Pasión” de Jesús se refiera a ese momento de su vida en que su significado para nosotros no es definido por lo que él estaba haciendo, sino más bien por lo que se le estaba
haciendo. ¿Qué se dice con esto?
La vida y ministerio de Jesús pueden ser divididos en dos partes diferentes: los eruditos consideran que Jesús pasó unos tres años predicando y enseñando antes de ser expuesto a la muerte. Durante casi todo ese tiempo -de hecho, durante todo él excepto el último día- fue mayormente el realizador de cosas, el jefe, el activo, enseñando, sanando, realizando milagros, dando consejos, comiendo con los pecadores, debatiendo con las autoridades de la iglesia y, generalmente, por medio de toda suerte de actividad, invitando a sus contemporáneos a la vida de Dios. Y estaba bien atareado, tan apremiado que a veces ni siquiera tenía tiempo para comer. Durante casi toda su vida pública, Jesús estuvo realizando alguna actividad.
Sin embargo, desde el momento en que salió del salón de la última cena, esa actividad se suspendió. Ya no es el que hace cosas por los demás, sino el que sufre cosas que le hacen a él. En el huerto lo arrestan, le atan las manos, lo conducen al sumo sacerdote, después a Pilato. Es golpeado, humillado, despojado de sus vestiduras y, finalmente, clavado en una cruz, donde muere. Esto constituye su “pasión”, ese momento de su vida y ministerio en que deja de ser el que actúa y pasa a ser aquel que
sufre cosas que le hacen otros.
Lo llamativo de esto es que nuestra fe nos enseña que somos salvados más por su pasión (su muerte y sufrimientos) que por toda su actividad de predicar y hacer milagros. ¿Cómo así?
Permitidme una ilustración: hace algunos años, mi hermana Helen, monja ursulina, murió de cáncer. Monja durante más de treinta años, amó mucho su vocación y fue amada en la orden. Durante casi todos esos treinta años, sirvió como madre-guarda para cientos de chicas que asistían a una academia dirigida por su orden. Amaba a esas jóvenes y era para ellas una madre, una hermana mayor y una mentora. Igualmente, durante los últimos veinte años de su vida, después de la muerte de nuestra madre, sirvió a nuestra familia con esa misma capacidad, organizándonos y manteniéndonos juntos. A lo largo de esos años, fue la activa, la consumada realizadora de cosas, aquella de quien otros esperaban que se hiciera cargo. Realizó con todo gusto su papel, nació para ello. Gozaba haciendo cosas por los demás.
Después, nueve meses antes de su muerte, el cáncer la golpeó brutalmente y pasó los últimos años de su vida postrada en cama. En ese momento, se necesitaba hacer cosas en favor de ella. Médicos, enfermeras, hermanas de su comunidad y otros se turnaron en su cuidado. Y, como sucedió a Jesús desde el momento de su arresto hasta el de su muerte, su cuerpo también fue humillado, llevado de la mano por otros, despojado, pinchado y mirado con descaro por transeúntes curiosos. Incluso, como
Jesús, murió sedienta, con un esponja sujeta a sus labios por alguna otra persona.
Esa fue su pasión. Ella, que había dedicado tantos años a hacer cosas por los demás, ahora tenía que someterse a que se hicieran cosas en favor de ella. Pero, y esto es lo importante, como Jesús, en ese periodo de su vida en que ella no era útil y ya estaba sin responsabilidades, era capaz de dar vida y sentido a otros de una manera más profunda de lo que había podido durante todos esos años en los que había estado activa y haciendo tantas cosas por los demás.
Ese es el misterio que tiene la fecundidad de la pasividad, del desamparo. Y hay una importante lección aquí; sobre todo, la potencial fecundidad de los enfermos terminales, de los discapacitados graves y los enfermos. Hay también una lección sobre la manera como podríamos entender lo que debemos dar a los demás cuando estemos enfermos, indefensos y en necesidad del cuidado de los demás.
La pasión de Jesús nos enseña que, como él, damos tanto a los demás en nuestra pasividad como en nuestras actividades. Cuando ya no estamos más a cargo, rendidos, humillados, sufriendo e incapaces incluso de dejarnos entender por nuestros seres queridos, estamos sobrellevando nuestra pasión y, como Jesús en su pasión, tenemos en eso la oportunidad de entregar nuestro amor muy profundamente. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf). Fuente: Ciudad Redonda.org